25 jul 2011

RUMANIA EN BICICLETA. CAPITULO VI "LA SARDANA RUMANA"

Tal y como habíamos pactado la noche anterior, nos levantamos para desayunar a las 8 de la mañana. La "mama", es decir la dueña de la casa, nos prepara un desayuno con café con leche, pan, mantequilla, embutido y dos huevos fritos por persona, que hace las delicias de todos, especialmente de Roger.

Huevos fritos para desayunar
Tras despedirnos y recoger las cosas, nos vamos hacia la entrada del pueblo para ver si de verdad hay autobús, ya que la entrevista de Marta nos había trastocado todos los planes y teníamos que adelantar kilómetros. Efectivamente, a las 9h de la mañana ahí estaba el autobús. Convencemos al conductor para montar las bicis en el maletero y ¡oh, sorpresa!, esta vez no nos piden "impuesto revolucionario".

Metiendo las bicis en el bus

Montamos en el que creo que era el único transporte de Rumanía con aire acondicionado. O al menos, el único que nosotros vimos. Algo de agradecer, porque a esas horas de la mañana, la anunciada ola de calor sobre Rumanía, comenzaba a hacer de las suyas. El bus recorre la carretera paralela al curso del río Moldova, salpicado de pequeños pueblecitos, hasta desembocar al Lago Ivrozul. Daba un poco de cosa que, para una vez que la carretera va en claro sentido descendente, tengamos que adelantar camino en autobús.

Brosteni
Pronto comprobamos que el bus se detiene en todos los pueblos, además de en cualquier punto donde un viajero quiera subir o bajar, así que vamos cómodos, pero no excesivamente rápido. Eso sí, da tiempo a contemplar el pasiaje, que sigue siendo maravilloso. A la altura de Poiana Largului, el bus toma la carretera paralela al Lago Izvorul, que resulta ser bastante bonito, pero que decepciona ver lo guarro que lo tienen los rumanos, lleno de botellas, latas, etc. Por todas partes. A partir de este punto, empezamos a descubrir el enorme acierto que ha sido cojer el bus, porque lo que se antojaba un alegre descenso paralelo al río, comprobamos que es un durísimo rompepiernas lleno de repechos, por una carretera en muy mal estado y llena de baches.


Lago Izvorul desde el bus

Tres horas más tarde, habíamos llegado a Bicaz, la localidad desde donde ibamos a continuar nuestra ruta hasta Piatra Neamt, una ciudad que recomendaban en la guia de la Lonely Planet y que por las fotos que encontramos en google, prometía bastante. Lo malo es que son casi las 12 del mediodía y el sol aprieta de lo lindo. Montamos en las bicis y comenzamos a pedalear. Nada más salir, rompo un gancho de la alforja, así que tenemos que improvisar una solución sobre la marcha. 
Rio Moldova

Continuamos la marcha a pleno sol. La carretera, está en no muy buen estado, llena de baches y hay bastante tráfico. Para colmo de males, aqui no se limpian demasiado las cunetas y el olor a ratos es bastante desagradable. Así que avanzamos por una carretera al sol, a más de 35º, con un tráfico del demonio y un olor nauseabundo por momentos. Para colmo, el paisaje no es demasiado atractivo, ya que nos estamos alejando de las montañas.
Desvio al Monasterio

A mitad de camino, encontramos un desvío que nos indica 3 kms al Monastario de Pangarati. Como por una vez vamos bien de tiempo y no estamos demasiado cansados, decidimos subir. Lo que no decía era que 2 de esos 3 kms eran a más de un 14% de desnivel, así que la subida se hace dura. Yo tengo que tirar de plato pequeño para coronar, igual que Roger, pero Marta y Toni tienen que echar pie a tierra, mitad por la dureza de la cuesta, mitad por el calor insoportable que hacía.


Última rampa entrando al Monasterio

Entramos al Monasterio. Se trata de un Monasterio grande y moderno. Es bonito, pero muy lejos del encanto de los Monasterios pintados de Bucovina. La buena noticia es que hay una fuente con agua fresquita para refrescarnos. Hacemos unas fotos y abandonamos el lugar. Continuamos nuestro camino destino Piatra Neamt. Según nos acercamos a la ciudad, el paisaje y el olor han mejorado algo. No así el calor. 


Panorámica del Monasterio de Pangarati

Hacia las 3 de la tarde, entramos a las primeras casas de Piatra Neamt. Descartamos las prometedoras pensiones y hoteles de la entrada de la ciudad por querer dormir en el centro, para poder visitar el centro histórico. A lo que no podemos resistir la tentación es al restaurante Nefertiti y su terraza Chill-out. 


Monasterio de Pangarati

Nos acercamos y la carta y los precios prometen. Se nota que es el sitio de moda en la ciudad. Los locales llegan al lugar en coches lujosos, mientras nos miran con curiosidad a los extranjeros que viajamos en bicicleta. En el restaurante, solo hay camareras vestidas con faldas cortas y muy pintadas, sin llegar a ser provocativo, pero sin lugar a dudas a proposito para captar la atención de la clientela masculina.

A comer!
Roger y yo pedimos un menú que tae una sopa a elegir, un plato a elegir y una ensalada por algo más de 3€. Marta pide un delicioso humus y pollo empanado. Toni un kebab que resulta ser una especie de sabrosas salchichas a la brasa. Todo estaba delicioso, bien presentado y muy barato.
Toni y su "kebab"

Por fin un dia que hemos llegado al destino pronto y descansados. Entramos en la ciudad que esta vez si tiene la clásica visión de la decrépita ciudad de la época postcmunista, llena de edificios decadentes y largas avenidas. Llegamos al centro y buscamos un hotel. Ni rastro. Vemos un cartel que anuncia una oficina de turismo. Vamos a la oficina y está cerrada, a pesar de no ser aún las 16h y poner en la puerta que el horario es de 9 a 17h. La oficina está en un parque junto a un gran hotel de cuatro estrellas, que por el aspecto exterior, conoció tiempos mejores.
Avenida de Piatra Nemat

Preguntamos en el hotel. La habitación está en casi 50€ con desayuno. Es algo caro para Rumanía, así que decidimos dar una vuelta a ver lo que hay por ahí. Roger y yo damos una vuelta por las calles principales de Piatra Neamt. Solo vemos una pensión de muy mala pinta y un hotel con peor pinta todavía. Volvemos al Hotel Celhau y decidimos quedarnos, ya que además el tiempo comenzaba a apremiar por la entrevista de Marta. 
Desde la ventana del Hotel

Accedemos a las habitaciones. Todo el hotel está bien cuidado, aunque también todo el mobiliario es bastante antiguo. Mientras Marta tiene la entrevista, Toni y yo aprovechamos para lavar algo de ropa y dormir un poco de siesta. Afortunadamente, dentro de las comodidades del 4 estrellas, entra el Aire acondicionado, porque hace un calor importante.

Cuando Marta nos dice que ha terminado su conferencia telefónica, decidimos salir a dar un paseo, ya que ha refrescado algo. La primera visita va a ser al teleférico de la ciudad, para tener una vista panorámica. El teleférico es muy usado en la época invernal, ya que asciende hasta el monte donde han montado una pequeña estación de esquí, pero en verano, prácticamente no tiene público.
Panorámica desde el teleférico.

Subimos y a Toni la altura le produce impresión y pone tal cara de susto que no podemos evitar reirnos de ella. Cuando llegamos a la cima, hacemos unas fotos panorámicas, aprovechando que hay unas vistas chulas hacia el valle del Danubio por un lado, y de los cárpatos y las montañas por el otro.
Torre del reloj centro de Piatra Neamt. Al fondo, el Hotel Celhau

Bajamos del teleférico y durante la bajada nos dedicamos a hacer videos gritando a la gente, como si tuvieramos 15 años. Tras las risas del lamentable espectáculo del teleférico, subimos al centro histórico, que dicen que merece la pena. Nuestro gozo en un pozo. El centro histórico se reduce a una torre con un reloj y un par de edificios del siglo XVII. Además, la zona está en plena restauración y no se puede visitar debido a que la zona está vallada.


Centro de Piatra Neamt

Así que la ciudad decepciona. Damos un paseo por un parque al lado del hotel y junto al centro histórico en dirección a donde se escucha una música alta. Guiados por la curiosidad, llegamos hasta una terraza atestada de gente cenando con la música alta. Tras algún titubeo, hacemos bueno el dicho español "allá donde fueres, haz lo que vieres". Entramos al restaurante y vemos que está completo. Justo en el momento que dudamos entre quedarnos o irnos, aparece una mini orquesta y un grupo de baile vestidos con los trajes regionales rumanos. Nos quedamos a contemplar el baile. Tras la primera canción y baile rumano, le dan el micro a una niña que canta cancione típicas rumanas, mientras los bailarines se dedican a sacar a los comensales a bailar el baile típico rumano.
Sardana rumana

Tras algún titiubeo, un jóven bailarín se decide a sacar a Toni a bailar ante nuestras risas. Sin embargo, una bailarina me agarra del brazo casi a traición y me saca a bailar. Sin duda alguna, la chica no conocía mi especial negación por el baile. Trataba en vano de guiarme en el baile, mientras yo le propinaba algún que otro pisotón. Mientras Marta y Roger han "esquivado" el ridiculo y se dedicaban a sacar fotos. 


Toni y yo bailando

Para cuando acabamos de bailar o lo que sea que yo hiciera, ya nos habían preparado una mesa para cenar. Pedimos vino y comida. Nos sentimos millonarios viendo los precios. Pido un filete tártaro esperando un gran filete de vaca churrascadito por fuera y algo crudo por dentro. Me traen una gigantesca albóndiga de carne cruda en un plato, con muchas especies alrededor y un huevo encima. "Más cornás da el hambre" pensaba mientras revolvia todo y hacia estómago para comermelo. Finalmente, a base de vino y pan, consigo comermelo. A decir verdad, no estaba muy malo del todo, pero lo que si se es que no pienso repetir. 

Filete Tártaro



Toda la cena estuvo amenizada por la mini orquesta en la que cantaba una chica canciones de Jennifer López, con buena voz, pero con inglés a oidas, algo así como "yuvenicreise", además de algún ¿éxito? en español, supongo que oído en alguna de las telenovelas que causan furor. La música servía para animar y para comprobar el escaso sentido del ridiculo a la hora de vestir y bailar de un grupo de rumanos ya entraditos en años, que no pudieron evitar nuestros comentarios crueles.


Como aún hay ansia más que hambre, pedimos un par de copas de helado gigantes para compartir. Terminamos un rato más y seguimos charlando mientras el grupo de baile local vuelve al centro de la pista para bailar lo que sin duda parece una sardana. Sirve para chiste "toda la vida creyendo que los catalanes eran polacos y ahora resulta que son rumanos" comentamos entre risas con Roger. Sin duda, el vino ya está en nuestra sangre fluyendo.


Terminamos el helado y nos vamos a la cama,  no sin antes comprobar que la última planta del hotel, efectivamente se usa como "puticlú", y de pronunciar la que ya era frase del viaje "... mañana, sería interesante que por una p...ta vez, pudiéramos madrugar..."

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