19 jul 2011

RUMANIA EN BICICLETA. CAPITULO II. "EL TREN Y LAS CAJAS"

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Nunca he sido capaz de dormir muchas horas de un tirón. Soy capaz de pegar una cabezada de 20 minutos en cualquier sitio/postura/situación, pero dormir 8 horas seguidas... Así que a eso de las 10 de la mañana, apenas 3 horitas despues de habernos acostado ya estoy en pie. 

Me visto y voy en busca de Marta y Roger, que supongo que descansan en su habitación. Toni sigue durmiendo. Su capacidad para quedarse dormida profundamente durante horas en cualquier parte es increible.

Llamo a la puerta de la habitación de Marta y Roger y compruebo que ellos también están despiertos. Nos saludamos y comentamos las mil peripecias sufridas para llegar hasta Rumanía. Quedamos en que lo mejor era ponerse en pie, desayunar y visitar la ciudad, asi que subo a despertar a Toni, algo que siempre me parte el alma. Algo más de media hora más tarde bajamos a desayunar a la cafetería del hotel. 

Lo primero que constatamos es lo cutre que queda el fumar en los bares. Al entrar en la cafetería y ver a la gente fumando y el olor del tábaco, nos preguntamos como es posible que haya tardado tanto en entrar la Ley Antitabaco y cuanta polémica ha generado algo tan tercermundista como el fumar en los bares. Intentamos hacernos entender con la camarera, que no habla nada que no sea rumano, asi que llama a la recepción del hotel y explicamos a la recepcionista que queremos desayunar. Pan, mantequilla, queso, jamón, salchichas y café mientras comentamos la jugada del día.

El plan es hacer una visita-relámpago a Cluj, previo a cojer el tren hasta Gura Humorului, ya en la región de Bucovina, en la parte rumana de Moldavia. En la guia Lonely Planet nos dice que la ciudad tiene un centro histórico que se visita en algo más de una hora, así que apuramos y preguntamos en recepción si podemos dejar todos los bártulos allí ya que el hotel está a solo 500 mts de la estación de tren.
Mujeres rumanas vendiendo verdura en Cluj-Napoca
Paseamos hasta el centro. La ciudad desprende ese aroma especial que rezuman algunas ciudades de Europa del Este que en su dia fueron un importante centro cultural. Los edificios del siglo XIX de estilo elegante y romántico se entremezclan con la sobria arquitectura de la época comunista y pronto comprendemos que la ciudad merece algo más que la hora y poco que recomienda la Lonely Planet, algo que vuelve a demostrar que las guias de viaje algunas veces no conviene convertirlas en biblias. La primera toma de contacto rumana no decepciona. Si esperábamos una ciudad llena de edificios decrépitos de la época soviética y una ciudad pobre, nos encontramos con una ciudad con un atractivo encanto y un toque exótico, que recuerda a una de mis ciudades-fetiche, Budapest, aunque eso sí mucho menos cuidada y sin Puente de la Cadenas, Monte Gellert, etc...

Cluj-Napoca


Cluj- Napoca



Pero los horarios mandan. A las 13h36 sale nuestro tren, asi que a eso de las 12h30 abandonamos nuestro paseo rumbo al hotel a cargar los bártulos. Ya he citado en el capitulo I que las ruedas de nuestras cajas habían desaparecido (que hay que ser cutre para robar unas ruedas de 0'8€), así que confiamos en hacer una "torre" con la plataforma que Roger había hecho con sus cajas para ir empujando hasta el tren. Vamos con la hora justa y el invento de las ruedas dura algo así como 10 mts. Intentamos llevar las cajas a cuestas, pero pronto vemos que va a ser una paliza. El tiempo apremia. Faltan solo 15 minutos para que se vaya el tren y va a ser imposible llegar a cogerlo. Como solución desesperada, salgo corriendo hasta la parte trasera del hotel, donde Roger había visto una parada de taxis y con gestos "obligo" a  un taxista a montar en su Dacia Logan, coche oficial de Rumanía, y a arrancar a todo trapo.

Paramos junto a las cajas de las bicis. El taxista niega con la cabeza, pero mientras intenta buscar una manera de explicarnos que no entran 5 personas y 4 bicicletas mas macutos en un Dacia Logan, ya tenemos 2 bicis colocadas en la baca entre Roger y yo, asi que saca una cuerda del maletero y cuando quiere acordar, la torre que forman las bicis ya es más alta que el coche. Faltan 5 minutos para que se vaya el tren. Nos montamos en el coche y el taxista coge el movil para... llamar a su hermano, que vive en España y contarle que lleva a unos españoles en el taxi. Le hacemos indicaciones de que perdemos el tren y arranca. Faltan 2 minutos y llegamos a la estación. Afortunadamente, solo había 500 mts. Bajamos a toda pastilla. En el coche ya nos hemos organizado. Toni y Marta localizarán el tren y harán lo posible por hacer que no se vaya y Roger y yo meteremos las cajas en el tren como podamos. 
4 bicicletas, 5 personas y 10 macutos entran en un Dacia Logan
Bajamos las primeras cajas y a lo "humor amarillo" metemos la primera caja en el tren y se quedan bajo la custodia de las chicas. Para la segunda caja pagamos al taxista, que espera que le paguemos su carrera. Nos pide 8 LEI (2€). Le damos 10 LEI por las molestias y porque no tenemos tiempo para vueltas. Al ver 2 LEI de propina (0'5 €) no duda en agarra las cajas y nos ayuda con el transporte. 

En el último minuto y por los pelos. Es decir, en mi linea, cojemos al fin el tren. Tren que, por cierto, está abarrotado y hemos colapsado uno de los pasillos con las enormes cajas de la bici. Pero al menos, ya estamos dentro.

Por delante, 6 horas de tren antiguo, incómodo y mal oliente, sobre todo en la parte donde estamos ubicados, junto a los urinarios. Como los billetes los tenemos sacados desde España por internet, ahora tenemos que localizar el compartimento y los asientos asignados. De nuevo las chicas son las encargadas de ello, mientras Roger y yo custodiamos las cajas, mas que nada, por si hay que moverlas.

Vemos venir a Marta y Toni. Nos dice que el revisor ha pasado de ellas y que en el que suponen que es nuestro compartimento hay una fiesta gitano-rumana y que no se atrevían a decir nada. Yo tengo muy claro que no voy a estar 6 horas de pie oliendo todos los meados de los pasajeros por muy barato que sea el billete (apenas 30€ entre los 4) teniendo asiento pagado. Asi que ahora es el turno de "los hombres de la casa". Buscamos al revisor y ya le hablamos en un "politono" algo más alto, así que deja lo que fuera que estuviera haciendo y nos localiza el compartimento, en el que tanto como una fiesta gitana no había, pero si que estaban allí colonizando los asientos. El revisor desaloja a los "intrusos" y Toni que acababa de llegar a advertirnos que otro revisor nos pedía los billetes, se queda custodiando.

Maniobrando con las cajas
Regresamos hasta las cajas. Le decimos a Marta que se dirija hasta donde está Toni y que nosotros llevaríamos las cajas. Efectivamente, nuestros asientos estan en la otra punta del tren. Así que ahora hay que llevar 4 cajas como un demonio de grande por un pasillo de apenas 50 cms de ancho, durante 4 vagones atestados de rumanos. Antes,el segundo revisor llega a pedirnos los billetes y una chica rumana se ofrece de intérprete voluntaria. Nos explica que ha pasado 6 años en España y nos ayuda. Nos comenta que no tiene asiento por haber pillado el billete sobre la marcha y le decimos que nosotros tenemos 4 asientos y que uno se tiene que quedar a cargo de las bicis, asi que nos podemos turnar y no tendria que ir de pie. Nos agradece el detalle y se va hasta el compartimento donde esta Toni, que ya se ha hecho amiga de una mujer que vivió un tiempo en Almería y que le advierte que los revisores tardarán muy poco en pedirnos dinero.


El tren por los Cárpatos


Nosotros por nuestra parte seguimos a los nuestro. Agarramos la primera caja y nos abrimos paso por el estrecho pasillo de los vagones. Los viajeros se apartan con poca gana y miradas extrañas. A la segunda caja creo que ya tenemos cabreado a todo el tren. Damos otros dos agotadores viajes más, porque además los vagones están mal alineados y el pasillo en unos vagones está en la izquierda y en otros en la derecha, así que además de poco sitio, hay que maniobrar con las cajas. Pero al final, conseguimos colocar las cajas. Las dos más grandes las conseguimos sujetar al final de un vagón con unos pulpos y las dos más pequeñas, conseguimos meterlas en el compartimento de equipajes. En el último viaje, el revisor viene a pedirnos un suplemento por las bicis y yo lo mando a tomar por saco haciendome el loco. El otro revisor ya había ido a pedir su suplemento a Toni y Marta, que con la ayuda de la chica rumana, ya les habían dicho que las cajas solo pesaban 5 kilos.


Durante un rato, los revisores se olvidan de nosotros, asi que nos vamos al compartimento a descansar un poco. Yo me siento fuera del compartimento, en un pollete del pasillo echandole un ojo a las bicis, pero pronto descubrimos que no tienen gran interés para los viajeros por un lado y que Rumanía no es tan insegura como creemos por otro. Así que empezamos a hablar y caemos en la cuenta que con tanto ajetreo no llevamos encima ni una triste botella de agua. Preguntamos a la chica y nos dice que en el tren no hay bar. Mal asunto. 6 horas de tren y sin beber ni comer nada en todo el dia...


Poco a poco, el tren se va adentrando en los Cárpatos y el paisaje es cada vez más de montaña. El tren se va vaciando de viajeros, por lo que a las 2 horas ya tenemos un compartimento de 6 personas para los 5, ya que la chica rumana ya es una más del grupo. En una de las múltiples paradas que hace el tren, Alexandra, la chica rumana, arranca a correr y sale del tren a toda mecha. Medio minuto más tarde vuelve con una botella de agua que comparte con nosotros. Le agradecemos el detalle. Estamos deshidratados. En esa misma parada, se sube una venderoda ambulante a la que por unos 20 LEI le compramos unas chocolatinas, galletas y frutos secos. No es un gran menú pero quita el hambre.

En estas, el revisor, que a estas horas ya dabamos por olvidado, se acerca hasta el compartimento. Nos pide el suplemento por las bicis. Con la ayuda de Alexandra, nos explica que hay dos tarifas. La oficial exige, según el que paguemos alrededor de 60 LEI (15€) por embarcar las bicis. La "extraoficial" dice que si le damos 30 LEI para su bolsillo nos olvidamos del tema. Le decimos a Alexandra que le ofrecemos 20 LEI (6€) y este acepta aunque a regañadientes, pero finalmente sonríe y acepta el "soborno".


En otra de esas paradas, me marco yo el sprint y nos aprovisionamos de fantas y agua, asi que ahora el viaje se hace mucho más llevadero. Y no solo por la comida y bebida. El tren se va adentrando lentamente en los Cárpatos y cada vez estamos más alucinados con el paisaje. Un paisaje rural que se mezcla con unos espesos bosques de abetos que parecen no tener fin nunca. Es realmente bonito y auténtico. Tal vez de los últimos rincones auténticos de Europa. La temperatura ha cambiado drásticamente y además, tenemos lluvia, así que subimos la ventana... que descubrimos que está bajada porque está rota. Así que ni corto ni perezoso, quito la barra de las cortinas del tren y la coloco de forma que la ventana quede bloqueada, y me llevo la cortina de recuerdo, que ya hay que ser cutre, por que la cortina gasta una poquita de porquería.

 
Alexandra, yo y Roger
El viaje hasta Gura Humorului se acerca a su fin. Alexandra, que nos ha recomendado varios lugares que visitar que no teníamos pensado, se despide de nosotros. Justo un poco antes de bajar del tren, nos revela en una de las conversaciones que solo tiene 15 años, algo que nos deja atónitos, no solo porque por físico es toda una mujer, si no porque tras 4 o 5 horas de conversación, dabamos por hecho que se trataba de una chica de 22 o 23 años, algo que a ella sorprendió mas que a nosotros. Al preguntarle por nuestra edad, nos dijo que pensaba que sobre los 25, así que como uno ya está muy cerquita de los 40, sugerí su adopción como agradecimiento al repentino rejuvenecimiento. Así que gracias a esa broma, Alexandra pasó a denominarse la "ahijada" durante toda la aventura.


Hacia las 8 de la tarde, el tren llega a Gura Humorului. La idea es montar las bicis e ir pedaleando hasta Voronet, donde tenemos hotel reservado. Bajamos las aparatosas cajas. La mujer que había vivido en Almería se baja en la misma estación y Toni habla con ella. Dice que su vecino es taxista, que tiene un coche muy grande y que podemos negociar para llevarnos hasta el hotel. Hablamos con el taxista. La mujer nos traduce y nos dice que nos llevará por 12LEI (3€) algo que se nos antoja increiblemente barato, así que aceptamos. Nos dice que primero tiene que llevar a su vecina y le decimos que esperamos en la parada. La mujer se despide de nosotros. No sin antes preguntarnos por la estancia en la zona y ofrecerse para organizar una barbacoa para que conozcamos a su familia. Le explicamos que vamos en ruta y que nos es imposible y se lamenta con bastante pena. Le damos las gracias por todo y se marcha.


Al rato, su vecino taxista llega en un Opel Astra Familiar al que le sonaba hasta el aire de las ruedas. Probamos a meter las cajas o lo que queda de ellas, en el maletero. Pero no hay forma. De nuevo a la baca. Esta vez, la torre es menos aparatosa, al tener el coche un techo más grande. Recorre los 10 kms hasta el hotel y descargamos las cosas. La mujer del hotel nos estaba esperando. Es una casa rural metida en medio del bosque realmente bonita y que promete bastante. Pagamos al taxista 15 LEI y nos dice algo que no entendemos. Le explicamos que se puede quedar con el cambio y la dueña del hotel nos dice que lo que quiere es más dinero. Finalmente le pagamos 20 LEI, con la duda de si nos quería timar o bien si es que no entendimos bien el precio de la carrera. Aun y así 20 LEI (5€) por 10 kms con las bicicletas es una miseria, asi que no discutimos demasiado.


Mientras Roger y yo montamos las bicis, Marta y Toni examinan las habitaciones, que son realmente acogedoras y negocian una cena de exquisita comida casera rumana. La casera tuvo que ir a por la cocinera ya que debido a las horas que habíamos llegado, ya no quedaba nadie para darnos de comer. La comida rumana no es ni mucho menos lo buena que la española, pero teniendo en cuenta las ganas de probarla, el hambre y el cansancio, nos atracamos de sarmales y  snizel de pui.

Primera cena rumana
 

El cansancio se apodera de nosotros. Las últimas 48 horas habían sido agotadoras y apenas habíamos dormido, pero al fin estabamos "de verdad" en Rumanía. Subimos a las habitaciones, donde hacemos un "backup" de las fotografías y nos metemos en la cama. Esta vez para tener un descanso de verdad merecido. Mañana empezamos a pedalear.
Habitacion del Hotel


2 comentarios:

  1. Siento contradecir al padre adoptivo de Alexandra,pero hay una inexactitud en el relato, por lo demás totalmente verídico y, aunque no lo parezca, nada exagerado: Mientras Alfonso y Roger transportaban las cajas, Marta no estaba con Toni en el compartimiento, sino vigilando las cajas, de pie enfrente del lavabo que olía a orín y a tabaco... allí, estoicamente :-).

    Firmado. Una víctima colateral!

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  2. Debo reconocer que es cierto. El error se debe a un lapsus.

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