31 jul 2011

RUMANIA EN BICICLETA. CAPITULO VIII "LAS BICICLETAS... ¿SON PARA EL VERANO?"

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Una vez más, comenzamos la jornada pronto. La paliza que el sol nos había dado el día anterior, nos animaba a madrugar, por muy a gusto que se estuviera en la cama. Sin embargo, hoy hemos dormido en Lacu Rosu, que está a casi 1.000 mts de altitud en mitad del bosque y de momento, se está fresco.

Salimos del hotel descartando el desayuno y paramos en un super a comprar provisiones para el día y algo para desayunar. Sacamos de nuevo el mapa. El día anterior habíamos decidido anular el plan de ir hasta Zetea, para intentar llegar hasta Odorheiu Secuiesc y unir hasta Sighisoara, nuestro punto final, en tren. Sin embargo, empezamos a caer en la cuenta de que debido a los días que nos quedan en Rumanía, Sighisoara no es un buen punto final, así que decidimos reorganizar la ruta para virar al sur, camino de Brasov.

Primeras rampas del puerto de Bicaz

Así que una vez decidido el nuevo rumbo, comenzamos a pedalear. Por delante y para calentar, el puerto de Bicaz, el más alto de cuantos teníamos que subir en el periplo rumano. Afortunadamente, en el día anterior, habíamos subido medio puerto "sin querer" en el camino al Lago Rosa. Nuestros primeros kilómetros son bordeando precisamente este lago, que por cierto, es verde. Recibe su nombre por un corrimiento de tierra arcillosa que hubo en cierta ocasión tiñiendo el agua de un color rojizo.

Rumanos de campo
Avanzamos despacio pero de momento, sin soportar mucho calor. El camino está plagado de rumanos y húngaros disfrutando de un domingo en el campo con sus baracoas y tiendas de campaña. Tras un par de horas de pedaleo, coronamos el puerto. En la cima había unos puestos donde se vendían Cozonac, dulce típico rumano al que los húngaros son adictos y diversos tipos de mieles artesanas, además de una espectacular vista del final de la curva de los cárpatos.

Coronando el puerto
Arriba se está tan a gusto que nos da pereza continuar, sin embargo, reeprendemos la marcha en un vertiginoso y largo descenso por una carretera llena de baches. Con el cambio de planes, el final de etapa lo situamos en Miercurea Ciuc, desde donde el mapa nos indica que hay vía del tren hasta Brasov. Los primeros kilómetros, Marta y Toni usan el cortavientos, pero pronto paramos a guardarlos ya que según perdemos altura, ganamos en grados centígrados.

Panorámica del Puerto de Bicaz


Al final del descenso, comenzamos un llaneo por carretera. De nuevo al sol y con aire en contra. Tampoco la carretera ayuda demasiado, ya que está llena de baches y la bici bota muchísimo. Para cuando hacemos la entrada en Gheorgheni el sol ya es abrasador. Son las 12 del mediodía. Estamos sin agua y hace un calor horrible, además con una humedad en el ambiente que hace que cueste trabajo hasta respirar. 

Bajada del Puerto

Paramos en un super a comprar agua fresca. Mientras Roger y Marta compran el agua, Toni y yo examinamos el mapa y comenzamos a hacer cuentas. Nos quedan prácticamente 60 kms hasta Miercurea Ciuc. El perfil del mapa pinta un par de puertos. No demasiado grandes, pero hay que subirlos. El calor es demasiado asfixiante y caemos en la cuenta que en Gheorgheni, también hay tren. " ¿...y si...?" Le pregunto a Toni, que antes de terminar me dice que pregunte por el tren. 
Entrando a Gheorgheni
Entro a la tienda y les comento el plan a Roger y Marta, que a estas horas ya está rebozada de crema solar. La idea les suena a musica celestial, así que preguntamos a la tendera. Nos dice que, efectivamente, hay un tren que va hasta Brasov, pero no sabe a que hora.
Emprendemos rumbo a la estación que resulta estar a las afueras de la ciudad, en un barrio donde no entraria yo de noche. Llegamos a la estación que está muy concurrida. El tren sale dentro de una hora y media y es el único en todo el día. Unanimidad en las votaciones; se acabó el pedalear al sol. La verdad es que hemos triunfado. Es el único tren en todo el día. De haber continuado hasta Miercurea Ciuc, hubieramos llegado a partir de las 8 de la tarde, muertos de calor y cansancio y hubiéramos perdido todo el día siguiente para llegar a Brasov.

Estación de Gheorgheni


Así que nos acomodamos en la estación, que por cierto, estaba llena de gente esperando otro tren que partía en breve. Justo un pelín antes de salir el tren, la estación se llena de romaníes rondando las maletas de los viajeros. Cuando se va el tren, los romaníes se meten en una casa frente la estación, que capta nuestra atención durante la espera de nuestro tren, por el trasiego de entrar y salir gente. Imagino que dentro se debía de trapichear con droga o vete a saber que, por que el ir y venir de gente era increible.
Esperando el tren
Nuestro tren sale a las 14h, asi que a las 13h55', se vuelve a llenar de nuevo la estación de romaníes rondando los bártulos. Como ya les habíamos visto pajear en el tren anterior, estamos pendientes de que no se acerquen. Montamos las bicis en el último vagón. Al principio, hacemos un "tetris" con las bicis, pero ya con calma y el tren en marcha, las acoplamos de forma decente.

En estas, llegan los revisores. Cuando compramos los billetes, le dije a la de la taquilla que llevabamos 4 bicis, así que yo creí que nos había cobrado el suplemento, y a sí se lo hacíamos saber al revisor. Sin embargo, tras una discusión, comprobamos que no nos los han cobrado, así que pagamos el suplemento. Esta vez, los revisores no se prestan al soborno, siempre más económico que la tarifa oficial. Sin embargo, se "enrollan" algo y nos cobran el mínimo de una tabla que tenían de tarifas.

Descansando en el tren.
Nos "acomodamos" en el tren por llamarlo de alguna forma. Si el tren del primer día era antiguo, sucio e incómodo, podíamos decir que al lado de este, era el AVE. Hacemos unos bocatas en medio de un calor horrible, ya que no cuentan con aire acondicionado y comemos algo. Yo decido hacer el trayecto en el pasillo, sacando la cabeza por la ventanilla, para refrigerarme algo. Roger no tarda en acompañarme. Por el camino, comprobamos como las gentes rumanas, también aprovechan el domingo para segar en familia.

Cutre-bocatas en el tren.

Resultaba llamativo la cantidad de familias enteras que se esparcían por los campos rumanos segando hierba a mano. Sin duda, Rumanía es un país de gente trabajadora. Incluso los gitanos romanies, de quienes tan mal concepto tenemos, se les podía ver segando a pleno sol en un día en el que las televisiones alertaban a todo el país de las altas temperaturas.
Romanies segando a pleno sol.
Tras cuatro interminables y agotadoras horas de tren llegamos a Brasov. Yo estoy muy cansado y comienzo a pensar lo que hubiera sido tener que hacer el trayecto en bicicleta. Bajamos las bicis y los arreos y los montamos en la estación que, por cierto, es bastante moderna. Al salir, localizamos un mapa donde miramos la dirección del "hotel" que Marta tenía reservado, con dos niños gitanos acechando nuestras pertenencias.

Localizamos la dirección y rodamos por las desiertas calles de Brasov. Se produce un hecho insólito y es que, por primera vez en muchos años no me pierdo en una ciudad nada más llegar. Cuando localizamos el punto que venía indicado en la hoja de reserva de Marta, vemos que allí no hay nada. Damos un montón de vueltas sin éxito y al final, un chaval local jóven nos ayuda.
Resulta que en lugar de un hotel, Marta ha reservado un par de apartamentos. Llegamos hasta la dirección y nos hacen esperar a que venga un chico. El sitio no nos termina de convencer. Cuando llega Florin, el chico del apartamento, nos comenta que debido al cambio de fecha (teníamos previsto llegar dos días despues) nos tiene que alojar en otro apartamento, mas nuevo, pero más lejos del centro. 

Aceptamos. Más por la pereza de tener que andar buscando de nuevo con el calor y el cansancio, que por que nos hiciera gracia. Florin nos muestra el camino a toda velocidad con su volvo por las calles de Brasov. Llegamos a una casa restaurada en la última calle de Brasov. Nos lo muestra y aceptamos a regañadientes. Sin embargo, una vez dentro de la casa, entablamos conversación con él y empieza a caernos mejor, mostrandose colaborador e intentando ayudarnos en todo.
Una vez se va Florin, nos damos una ducha y nos cambiamos de ropa. Son casi las nueve de la noche, así que ha refrescado y como además tenemos hambre, salimos a la busca de la cena. Lo único que tenemos claro es que no queremos más sarmales, mamalingas y su p.. madre, asi que caminamso dirección centro buscando una pizzeria o algo similar.

Brasov

Tras descartar seguir las flechas que nos llevaban a un McDonald's, llegamos hasta la plaza de Brasov. Nada más llegar vemos el restaurante Stradivari. Damos una vuelta a la plaza para comparar, pero finalmente, vamos al Stradivari, donde cenamos como reyes a base de unas deliciosas Mellanzane a la Parmesana que todavía me dura el regustillo y unas pizzas. El camarero se enrolla y al preguntar por el lambrusco, nos regala unas copas de exquisito vino rumano. Al pedir la cuenta, nos sale todo por algo más de 20€... Increiblemente barato para la calidad que allí había.

Cenando en Stradivari...
Despues de cenar, emprendemos un paseo hasta el apartamento para darnos un merecido descanso, con la tranquilidad de que ya no vamos a tener que pedalear más. A partir de mañana tenemos tres días para explorar Transilvania.

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