Bruselas. La capital de Europa. No es una cuestión azar que esta bonita y tranquila ciudad del norte sea la capital de nuestro contiente. Lo es porque, para empezar, allí empezó todo (con la unión de Bégica, Holanda y Luxembugo para formar el Benelux) y porque es la capital de Bélgica un país dividido en dos o dos países en uno, según se quiera ver, ya que en realidad, este país es la suma de Valonia y Sajonia, las partes flamencas y francesas respectivamente.
Nosotros por nuestra parte, aterrizamos en Charleroi, un aeropuerto a las afueras de Bruselas que es a donde la mayoría de vuelos low-cost llegan. Un vuelo del que, por mi parte, no me enteré. El vuelo despegó a las 6:30 de la mañana de Barajas, con lo que costó salir de Mancha Real a la 1:30. Toda la noche en vela, conduciendo hasta Madrid, más el rato de aparcar, embarcar, etc., hizo que antes de despegar el avión ya estuviera durmiendo profundamente. Para cuando deperté, la azafata nos estaba recordando que había que abrocharse el cinturon, tener la mesilla de lectura doblada y los aparatos electrónicos apagados, pues ibamos a aterrizar.
Grand Place |
Tras una hora de bus, llegamos a Gare du Midi, la estación principal de Bruselas. Lo primero fue cruzar la calle e ir a una cafetería. Un excelente café con leche, un croissant y un zumo de naranja cada uno fue nuestro desayuno, a pesar de ser las 11 de la mañana y de que los locales ya estuvieran dandole a la omnipresente cerveza Leffe. El café nos dió fuerzas para ir caminando hasta la Grand Place. Lo ideal hubiera sido ir primero al hotel, soltar los macutos, darse una ducha e ir a explorar la ciudad, pero el check-in lo teníamos a las 13h y tras la experiencia de Estocolmo, tengo claro que si el check-in es a las 13h, es tontería ir antes al hotel.
Así que callejeamos por Bruselas hasta la Grand Place. Sencillamente impresionante. Posiblemente la plaza más bonita de Europa. Los edificios del Hotel de la Ville (Ayuntamiento) y de la Casa del Rey sobresalen en un conjunto arquitectónico solemne de una riqueza ornamental exquisita. Es la joya de la corona de Bruselas. La plaza, además es sede de la oficina de información turística, donde les contamos nuestros planes de viaje (solo un dia para ver Bruselas) y nos informamos.
Manneken Piss |
Tomamos las primeras fotos de la Grand Place y nos dirijimos al símbolo de la ciudad, el Manneken Pis. Es una pequeña estatuilla de bronce de un niño orinando famosa en todo el mundo. La leyenda dice que la escultura se erigió en honor a un niño que durante el siglo XIV se orinó en la espoleta de una bomba que las tropas enemigas habían colocado en las murallas de la ciudad medieval, evitando así que esta explotara. Leyenda o realidad, lo cierto es que esta pequeña estatuilla del niño orinando es tremendamente célebre y un lugar imprescindible, a pesar de su pequeño tamaño y humilde situación.
Manneken Piss |
Nos duchamos y cambiamos de ropa. Planeamos la ruta. En la oficina de información nos dicen que a las 15h podemos hacer una visita al interior del Parlamento Europeo, así que pensamos que lo ideal es dirigirnos hasta allí y comer algo antes de esa hora.
Atomium |
Llegamos hasta el Parlamento Europeo y la lluvia comienza a ser importante. Cosas del mes de enero en Bélgica. Nos metemos en uno de los múltiples mini-bares que hay en la zona, donde puedes hacer un tentempie. Comimos una deliciosa tortilla con ensalada y cerveza belga. Todo muy rico, y a precio en la linea de estos países, 10€ por barba. Tras la comida vamos hacia el Parlamento y ¡oh, sopresa!, resulta que a la de información se le "olvidó" decirnos que los viernes no se visita el Parlamento. Nuestro gozo en un pozo. Como ya estamos empapados, decidimos usar la tarjeta de transporte para ir hasta el Atomium, en el famoso barrio de Heysel.
Atomium de noche. |
Esto si que nos gustó. Es muchísimo más grande de lo que uno se imagina en foto y también, mucho más bonito... pero tampoco tiene mucho más que ver, así que tras la foto de rigor, montamos en el metro de nuevo y decidimos que era un buen momento para volver al hotel y descansar, porque traquteo de todo el día empezaba a pasar factura.
Metraillete burguer |
En el hotel hicimos una siesta de esas de época. Nos despertamos y eran ya cerca de las 20h. Decidimos usar el transporte gratuito hasta al lado de la Grand Place, para dar una última vuelta por esta y tomar unas cervezas. Lástima de que el viaje sea tan corto, porque me hubiera gustado exprimir un poco más esta ciudad. Antes de la Grand Place, vemos un garito de patatas fritas (los belgas dicen que hacen las mejores patatas fritas del mundo) y como ya aprieta el hambre, nos metemos en el cuerpo una "Metraillete Burguer", que consiste en media barra de pan con una deliciosa hamburguesa, tomate, cebolla, salsa elegir y un colmo enorme de patatas fritas. Aderazado, como no, con cerveza belga.
Ahora si. Como dice mi amigo Pedro Luque "...bien comío y bien bebío... lo que aguanta el cuerpo sin ir a trabajar!!!". Así que nos perdemos callejeando por la Grand Place y los aledaños, hasta que el empieza a llover de nuevo. Como era pronto para regresar, nos tomamos unas últimas cervezas en uno de los muchos bares de la zona. A eso de las 23h. ya estamos lo suficientemente cansados y borrachos como para volver al hotel. Una vez más, el servicio de transporte gratuito es una bendición, aunque esta vez, llega con 20 minutos de retraso. Exhaustos nos metemos en la cama y como fulminados por un rayo, entramos en un profundo sueño.
Grand Place de noche |
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