3 oct 2010

CAPITULO 7: EL NO GLACIAR Y LA NO IGLESIA

No se si será la sidra, la falta de sueño o dormir en una cama en condiciones. El caso es que al despertar parece que llevamos durmiendo un año. Nada como descansar para afrontar con ánimo y ganas un nuevo día. Del día anterior sabíamos que la excursión al glaciar del Briksdall estaba descartada, así que nuestro planning pasaba por visitar la iglesia de Urnes, la más famosa y bonita de las iglesias de madera de Noruega.

Guttorm se ha levantado y prepara su comida. Está presto para irse a trabajar. Desayunamos todos juntos y preparamos nuestros petates. Antes echamos un vistazo al horario de autobuses para ver la iglesia. Nos despedimos de Guttorm y nos dice que dejemos los macutos en su casa, ya que la puerta estará abierta.

Mientras nuestro bus se decide a salir, decidimos dar un paseo por los alrederores del fiordo. Cuando uno se pierde por los rinconcitos esos que no aparecen en ningún mapa o guia, encuentra la esencia del país que estás visitando. La verdadera noruega, la que no sale en "Callejeros viajeros". Dando nuestro paseo, llegamos casi sin querer hasta un club de pesca del lugar. Algo realmente curioso. Salones, barbacoa, terraza con sofás de piel en plan terraza de lujo chill-out ibicenco... un lujo increible. Estos si se lo montan bien. Preguntando por la zona, nos dijeron que era lo normal en los clubs de pesca noruegos... realmente increible.

Como se acerca la hora de partir, vamos a casa de Guttorm a recoger nuestras mochilas. Tal y como era de suponer, puerta abierta. Recogemos nuestros trastes y vamos a la parada del bus, que llega con algo de retraso. Nos dirigimos a Solvorn, desde donde sale un ferry que cruza el rio y nos lleva a Urnes.

Muelle de Solvorn.
Llegamos al encantador pueblo de Solvorn y el ferry acaba de marchar hace 2 minutos. Hasta dentro de media hora no habrá otro. Este detalle nos cambia el dia. Haciendo rato para que llegue el ferry, conocemos a un chico suizo con el que comenzamos a hablar. Se acerca un matrimonio vitoriano que lleva un mes con sus hijas dando vueltas en su camper por escandinavia. El suizo, nos advierte del cambio del horario y nos pregunta si sabemos la combinación de regreso a Sogndal. Miramos los horarios que tenemos anotados de esta misma mañana y vemos que es posible que haya un bus que no esté operativo. Es justo el que nosotros necesitamos. Bien, llega el del ferry y le preguntamos por la carambolesca combinación de buses. No están seguros. Cuando viajas por tu cuenta en este plan, hay dias que perder un bus te supone cambiar todo el viaje. Este era uno de esos días. Tras varias llamadas, nos confirman que si cojemos el ferry para ir a Solvorn, perdemos el bus que baja a Sogndal y esperar al siguiente, nos retrasa para cojer el bus que nos lleva a Innvik, nuestra siguiente parada. Así que el viaje a Solvorn, ha sido en balde. Bueno, solo para ver este pueblo pequeño y encantador, pero no para ver nuestro objetivo.

Otra vez estamos decepcionados. Para hoy habiamos previsto subir al Briksdall y ver Urnes y ni una, ni la otra. Así que un poco desmoralizados nos subimos al bus de regreso a Sogndal. En Sogndal tenemos que esperar durante 1h30´a nuestro bus... y no hay nada que hacer. Así que cojemos las mochilas y nos vamos a un parque junto al río. Sacamos las mantas cortesía de la NSB y nos tiramos a perrear... Realmente se estaba a gusto al solecito tirado en ese césped, con el río al lado y los jóvenes noruegos de barbacoa al ladito. Otro dato curiosos sobre los noruegos; cualquier parque es bueno para organizar una barbacoa. Lo único que necesitan es una día soleado.

Llegan las 16h y nos montamos en el bus. La sensación antes de subirnos es la de haber perdido el día. Pero faltaba lo mejor. El bus se aleja de Sogndal serpenteando por el Sognefjorden, con unas vistas increibles. Poco a poco va ganando altura, en una carretera de montaña. La carretera es el recorrido más bonito que yo haya hecho en mi vida. Los glaciares, lagos, cascadas y paisajes se suceden. Sin que te de tiempo a alucinar por la vista anterior, ya estás alucinando con la vista siguiente. Dicen que Noruega tiene la carretera de la costa, que está considerada el viaje en coche más bonito del mundo. Muy bonito tiene que ser para superar esto. Y de ser cierto, Noruega no solo tiene la carretera más espectacular del mundo. También tiene la 2ª más espectacular. La pega, ir en un bus donde no puedes sacar fotos. Ya está decidido. Volveremos a Noruega. Volveremos en bici y haremos de nuevo este recorrido. Jamás había alucinado tanto con un paisaje de montaña. Jamás pensé que la naturaleza pudiera sorprenderme tanto. No hay palabras para describir este recorrido. Solo que podría emplear una semana en recorrer esos 54 kms escasos y no hartarme nuncan de estas vistas. Creía que era un día perdido y de golpe se está convirtiendo en uno de los mejores días. Si algún dia vas a Noruega, no hacer este trayecto sería un pecado.
Vista de un glaciar desde el bus.

Sin aliento y realmente en estado de shock por lo impactante del trayecto en bus, bajamos en la localidad (por llamar a esta agrupación de casas junto al fiordo de alguna manera) de Innvik. Allí nos recibe nuestra nueva anfitriona, Johanne Stribb. Salimos del bus y nos llama la atención. Nos presentamos y saludamos. Johanne es una mujer rondando los 50 años, alta y extremadamente delgada, que rebosa amabilidad por los cuatro costados. Es decir, es 100% noruega. Por que si hay algo que llama la atención de los noruegos es que no hay ninguno "normal". Aquí, o la gente se cuida hasta límites casi maniáticos, o se deja por completo. Así que hay dos clases de noruegos, los que podrían aparecer en cualquier poster anunciando ropa interior, tanto hombres como mujeres, o los que tienen el colesterol a punto de reventarles todas las arterias.

Subimos al coche de Johanne y nos anuncia que con un poco de suerte, igual coincidimos con otros dos CS's japoneses que están dando la vuelta al mundo en bici y que pueden llegar en las próximas horas. A mi esto me produce un subidón, porque solo hay algo que me guste más que viajar. Y eso es viajar en bici. Para mí, estos japoneses son más estrellas que Messi o Ronaldo, así que es la mejor noticia del día. Sin embargo, sus previsiones son demasiado optimistas y llegarían al dia siguiente, con lo que la oportunidad de compartir la tarde-noche con ellos se esfuma.

Ya en casa de Johanne, nos muestra nuestra habitación, el baño, cocina y salón. Nos dice que nos sintamos en casa. Que si tenemos hambre, que ha preparado salmón al horno, aunque ella ya ha cenado. Es normal, son ya las 18h y un noruego no se va a poner a cenar tan "tarde". Le hablamos de la diferencia de los horarios de España y que el bocata que nos habíamos metido en el parque de Sogndal aún seguía en el estómago. Nos sentamos en el porche de su increible casa. Es una casa de madera típicamente escandinava. En el piso inferior, una amplia cocina se comunicaba con un salón que ocupaba toda la parte frontal de la casa, con unos amplios ventanales que daban vista al fiordo. Las vistas que hay desde la casa son de nuevo increibles. Uno no puede imaginarse lo que debe de sentirse al vivir aquí. Levantar por la mañana y tener una de las mayores expresiones de la naturaleza en tu ventana. No es de extrañar que tampoco tenga TV. ¿Para que intoxicar tu mente con algo artificial si te puedes relajar de forma natural contemplando los barcos pasar frente a tu puerta?

Toni & Johanne en la ventana de su casa.

La tarde se hace divertida. Transcurre entre charlas sobre las costumbres noruegas y las constumbres ibéricas. Johanne de vez en cuando abandona la conversación para irse presta al ordenador. Está pendiente de la videoconferencia con su hijo, que está en Filipinas y está a punto de convertirla en abuela. Así que está nerviosa e impaciente. Mientras ella atiende a su familia, nosotros pasamos el rato en la colchoneta del jardín. En este país no tiene demasiado sentido tener piscina en tu casa, así que en lugar de piscina, tienen colchonetas para saltar. Es divertidísimo, pero agotador.
"Piscina" noruega.

El sol va alejandose en la profundidad del fiordo y los saltos hacen rugir nuestro estómago. Vamos a la cocina y degustamos el salmón que Johanne nos había preparado, además de una ensalada. El pescado, una delicia. Tras la cena, seguimos charlando y contando anécdotas de los viajes, con lo que antes de que nos demos cuenta, ha llegado la hora de ir a dormir. Ha sido un gran día. Nada ha salido como estaba previsto. Y no se a estas alturas que es mejor, si seguir un planning y no titubear o dejarte llevar por la corriente.

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