Viajar por las calles de Perú con un taxista local es toda una aventura. Montados en el improvisado taxi como sardinas en lata, emprendimos el viaje hacia las 4 ruinas exteriores de Cuzco; Sacsayhuamán, Quenqo, Pucapucara y Tambomachay, donde terminaría nuestro contrato con Ervin, nuestro guía y el chófer.
El taxista conduce al más genuino estilo peruano por las calles de Cuzco, pero a la salida de la ciudad, unas obras nos impiden el paso. Se ve que media ciudad ha decidido utilizar la misma ruta a la misma hora y a la misma vez, porque cuando damos la vuelta, en un estrechamiento de una de las calles, se forma un tapón de padre y señor mío. Nadie quería retroceder y se ve que alguien pensó que si tocaban todos el claxon a la vez, se caerían los edificios contiguos y habría espacio para que pasaramos todos. Así que, en lugar de dejarse paso unos a otros, se formó una competición de bocinas a cual mas ruidosa. Finalmente, viendo que los edificios resistían, alguien decidió moverse hacia un lado y poco a poco, fuimos pasando.
Panorámica de Sacsyhuaman |
Sacsayhuaman |
Vista de Cuzco desde Sacsayhauman |
Piedra ceremonial en Quenqo |
Cada ruina que visitamos, está a más altura que la anterior, asi que si en Cuzco a 3.300 mts ya habíamos tenido problemas con la altura, en Pucapucara a 3.600, ya el aire escaseaba. El aire y la comida. La hora de comer hacía rato que había pasado y el estómago hacía de las suyas. En la entrada a Pucapucara, había un improvisado mercadillo de artesanías como el que te puedes encontrar en cualquier rincon del valle sagrado, que le daba un colorido especial. También vimos a un par de Llamas sueltas, que se convirtieron en objeto de deseo para nuestras cámaras, más incluso que la propia ruina, que dicho sea de paso, tampoco es para tirar cohetes.
Templo del agua en Tambomachay |
Choclos con queso & Inca cola |
Tras zamparnos nuestra comida, nos despedimos de Ervin y desandamos el camino con el taxi, para ir de camino al bus. En el trayecto, iniciamos una negociación con el taxista y le sacamos un buen precio para que nos lleve hasta Písac, así que damos media vuelta y emprendemos el des descenso hacia el famoso Valle Sagrado.
El camino es tremendamente espectacular. El Valle en sí, fuera de los vestigios incas es todo un espectáculo de la naturaleza. Desniveles de más de mil metros en unos acantilados que caen hacia el río Urubamba que son una verdadera pasada. Sobre como hicimos el camino, no insistiré sobre la forma de conducducir peruana. A media tarde estabamos en Pisac, primera parada del Valle Sagrado.
En Pisac, nuestro primer objetivo fue cambiar dinero, con un fugaz paso por su archifamoso Mercado Artesanal. Preferimos subir hasta sus ruinas, situadas en lo alto de una montaña y si sobraba tiempo, dar una vuelta por este mercado.
Mercado de Písac |
Las ruinas de Pisac son unas graderías Incas coronadas por los los restos de un Palacio Imperial. El recinto es increible aunque se accede a el por una tortuosa carretera de montaña. Para llegar hasta aquí lo usual es contratar un taxi hasta las ruinas y luego o bien volver con el mismo transporte o caminar hasta el pueblo de Písac. Nosotros escogimos esta últimaima opción. Caminamos por el recinto durante una hora, donde encontramos a unas índigenas incas que fabricaban pulseras artesanas, a la par que cuidaban de un bebé, al que habían puesto el nombre de John Anderson... El mismo que el protagonista de Matrix.
Ruinas de Písac |
Toni no pudo resistir la tentación de jugar con el bebé, así que al final, tuvimos que comprar unas pulseras después de cansinear durante rato al pequeño. Tras visitar las imponentes ruinas, tocó hacer el trekking de bajada hasta Písac. Es un paseo bonito, pero se hace largo, por lo que la entrada al pueblo, la hicimos practicamente de noche. Nuestra intención de visitar el mercadillo se fue al traste ya que justo en ese momento, la seleccion de Perú se jugaba contra Paraguay su pase al Mundial de Brasil, así que Písac, mas que un punto turístico, parecía una ciudad fantasma.
Toni & John Anderson |
Nosotros no estabamos para dar muchas vueltas de todas formas, así que decidimos buscar transporte hacia algún punto más adelantado en el Valle Sagrado, concretamente hasta Urubamba donde tendríamos que buscar allojamiento. Esperamos junto a una carretera desertica a que pasara el bus, junto a unos turistas locales y un par de jovenes topografos, con los que charlamos durante un rato y que nos advirtieron que si el bus estaba completo, pillar asiento iba a ser a lo "mariquita el último".
El bus vino casi completo, pero casi a presión, entramos todos dentro. El primer contacto con un transporte público peruano no tuvo tampoco desperdicio. Nuestras mochilas iban sobre nuestras piernas mientras los locales nos escrutaban de forma curiosa con la mirada. Si los taxistas son cafres conduciendo, los conductores de buses no son mucho mejores. Además, ellos cuentan con la ventaja de que, por tamaño, pueden entrar "a no perder" en los cruces.
Una hora más tarde estabamos en Urubamba. Bajamos del bus y buscamos alojamiento. Fue llegar y pegar; el Hostal Maurus ofrecía habitaciones limpias y confortables por apenas 50 soles, baño privado incluido, así que nos acomodamos y nos dimos una merecida ducha, antes de pasar a la fase 2; la cena.
Pollo asado |
Para la cena iba a ser dificil convencer a Roger de otra cosa que no fuera Pollo Asado, ya que había fichado una pollería camino del hotel. Como había mucha hambre y pocas ganas de deambular, entramos a la pollería donde comimos pollo con patatas, hecho en horno de leña, que dicho sea de paso, estaba delicioso. De vuelta al hotel, no pudimos resistir la tentación de tomar unas mousses de chocolate antes de ir a la cama. El día había sido duro, así que al llegar al hotel nos metimos en la cama y caimos en un placentero sueño, aprovechando, dicho sea de paso, que en esta ocasión, la habitación no quedaba cerca del bullicioso tráfico de Urubamba.
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